4 errores frecuentes al hablar en público
En este artículo no voy a mencionar aquello que ya se ha dicho hasta el cansancio. Por ejemplo: “No repitas textualmente las diapositivas como un lorito”. ¡Por Dios santo! ¿A quién se le ocurre? ¿Es necesario mencionarlo?
Dejemos de lado, entonces, las obviedades. Voy a enumerar cuatro elementos que tal vez no sabías que constituyen BRUTALIDADES cuando hablamos en público.
1. Solicitar aplausos
Horror de los horrores, los aplausos no deben solicitarse, ¡deben lograrse con lo que dices! Si esto te resulta extraño piensa en los presentadores de los shows de comedia o stand up: piden aplausos continuamente, cada aplauso suena menos que el anterior, ante lo cual el presentador pide aplausos con más vehemencia (“¡vamos che! ¡aplausos! ¡¡APLAUSOS!!”), el público se fastidia con cada nueva solicitud de aplausos, y todo decanta en un círculo vicioso de lo más absurdo. Para la oratoria, pedir aplausos explícitamente es algo terrible, casi indecoroso. Lo digo en serio. Jamás se atrevieron a pedir aplausos Demóstenes, Cicerón o Lincoln.
Un samurai de la palabra debe lograr los aplausos -entre otras técnicas- con las estructuras de finalización.
Pista: aunque les llamemos “estructuras de finalización”, puedes pronunciarlas también en la mitad del discurso.
2. Rezongar al público
Terrible. Aunque tengas toda la razón del mundo, nunca observes al público con rostro severo. Los rezongos deben hacerse “mitad en broma mitad en serio” o, mejor aun, absolutamente en broma.
Comencé a dictar cursos de oratoria muy joven. Con frecuencia, llegaban a clase personas mucho mayores que yo. Antes de poder darse cuenta de que la clase estaba increíblemente buena ( 🙂 ) sentían la tentación de ponerse a conversar. Si en ese momento yo les decía algo como: “señores, les pido que por favor tengan respeto por los demás compañeros que quieren escuchar” hubiera tenido toda la razón del mundo, pero también hubiera sido un orador idiota. Diciendo esas cosas se vicia la relación con todo el público y no logras sino encender un incómodo ambiente que va a durar hasta el final de tu discurso.
Esas observaciones se hacen en broma. El público va a comprender. Con tu mejor cara de amabilidad y picardía: “Chicoooos, no me van a obligar a llamar a sus padres para que los pongan en penitencia, ¿verdad?”
Funciona siempre.
3. Hacer preguntas abiertas
Las preguntas abiertas son aquellas que se responden con una explicación. Las preguntas cerradas son las que se resuelven con un sí/no, blanco/rojo, hoy/mañana. ¿Por qué lees este artículo? es una pregunta abierta. ¿Estás leyendo este artículo? es una pregunta cerrada.
Salvo que busques implementar alguna técnica un poco más compleja, si vas a hacer preguntas al público por favor que sean cerradas. Esto no se debe a ese miedo absurdo de que alguien tome la palabra, un orador que se precie de tal sabe manejar eso como un juego de niños. No conviene hacer preguntas abiertas porque -recuerda- la gente siente miedo de hablar ante los demás. No fueron preparados para exponerse. Si los colocas en situación de tener que tomar la palabra vas a incomodar a tu propio público.
4. Hacer sentir incómodo al público sólo por estar presente
Hay algunas técnicas de oratoria que se basan precisamente en despertar incomodidad en el público. Ahora bien, esa incomodidad nunca debe ser hija del hecho de estar presente en tu discurso. Me explico:
Si estamos intentando movilizar al público para que resuelva un problema, puede ser conveniente comenzar con palabras que despierten una insoportable incomodidad con la situación actual. Esto, desde el punto de vista de la técnica verbal, está correcto.
Por el contrario, si comenzamos a hablar -con lujo de detalles y vívidos relatos- sobre los “pecados de la carne” de Luis XIV y entre el público se encuentran abuelos con sus nietos, van a sentirse incómodos por la situación en la que los colocas. No hay ninguna técnica de oratoria -a no ser algunas muy específicas de debate- que se valgan de esta incomodidad.
Suficiente por hoy. En otro momento comentaré otras brutalidades que no podemos cometer al hablar en público.