Introducción al humor con la palabra hablada
*En este artículo no hay técnicas específicas. Las mismas pueden encontrarse en los otras entradas de la categoría Técnicas de humor
A veces pienso que la ventaja evolutiva del ser humano no radica en su inteligencia, sino en la riqueza de su comunicación.
El humor constituye, definitivamente, la forma más interesante del lenguaje. Sin embargo, la mayoría de nosotros se pasa toda la vida sin aprender su “gramática”, lo que podría verse como un enorme lucro cesante. Somos pianos, sin pianista.
Como si un mago te contara los secretos de los trucos, en este libro vas a aprender a provocar una de las sensaciones más deliciosas que puede experimentar el ser humano – y que sólo los humanos, de entre todos los animales, tenemos la capacidad de percibir.
Cómo hacer reír
El resultado humorístico de la palabra no depende de la personalidad, ni del gesto, ni de la entonación. Al menos en un sentido positivo. Poniendo cara de“chistoso”, colocándote nariz de payaso o vistiéndote con saco azul chillón (sobre cortinado rojo), solamente puedes restar eficacia a las fórmulas humorísticas, pero raramente agregarle.
Lo mismo que sucede con cualquiera de las artes, cualquier elemento que deje en evidencia una intención y no contribuya a conseguirla, está de más. Por ejemplo, si en un show de stand up colocamos un banner con dos máscaras riéndose, estaremos perjudicando al orador. Haz la prueba: mirar dos máscaras riéndose no te hace reír, pero evidencia la intención de “vamos a tratar de hacerte reír”. Y, en oratoria, las intenciones evidentes no predisponen al público, sino todo lo contrario.
Es de rigor que comentemos que, en algunas personas con verdadera chispa actoral, sus monólogos se ven favorecidos cuando se ponen en la piel de un personaje determinado. El Gaucho Maquelele no sería lo mismo si no “entonara” con el acento de campaña. Sin embargo, es muy riesgoso tratar esta clase de caracterización escénica a través de un libro: si el alumno no tiene talento natural para la imitación o el seguimiento de un buen director (sí, un director de teatro), lo único que consigue es hacer el ridículo. En este manual nos vamos a concentrar en las técnicas verbales del humor, es decir, en sus fórmulas idiomáticas – fáciles de aprender, fáciles de replicar. Para dominarlas de forma efectiva, te va a bastar con este libro. Si quieres añadirle imitación o caracterización, créeme que es necesaria una formación presencial en actuación, y muchas veces ni siquiera este entrenamiento garantiza el éxito. Al momento de escribir estos recursos, yo tengo que hacer de cuenta que el lector no nació con talentos naturales, es decir, que la eficacia de las técnicas no puede descansarse en “la chispa” del lector. El diseño verbal debe procurar que funcionen incluso cuando las pronuncia una persona sin “gracia natural”.
Volvamos a los aspectos que sí pueden enseñarse a través de un libro, que son riquísimos. En algunos cursos de stand up (o de comedia) los instructores arman rondas donde cada uno pueda escuchar, de parte de sus compañeros, cuál es la primera impresión que les genera su figura: para algunos será “seria”, para otros “informal”, para otros “divertida”. Inmediatamente se les sugiere que desarrollen su personaje en esa dirección, y no en otra. Este ejercicio guarda un aspecto positivo, pero también otro negativo: el primero consiste en que las artes escénicas no actorales procuran que la eficacia del orador se fundamente en rasgos de su propia personalidad y no en una identidad forzada que, tal vez, le resulte poco cómoda. El público percibe inmediatamente cuándo el orador está siendo quien realmente es y cuándo, solamente, finge ser un personaje de corsé. Desde luego que los actores deben poder adoptar todas las personalidades, pero el público que va a presenciar una obra de teatro va predispuesto a creer y disfrutar de esa actuación: al resto de los oradores no se lo van a perdonar.
Está escrito.
Un manual que fija nuevos estándares en la construcción del discurso humorístico.
Autor: Ismael Linares
El aspecto negativo resiste en la sobreactuación de algunos comediantes. A los efectos de este libro, hablaremos de sobreactuación cuando la persona trata de lograr el humor solamente caracterizando su personalidad de forma exagerada. De este modo, llegan incluso a rozar el ridículo: los que escucharon que su imagen parece tímida pronuncian todo su monólogo forzando cara de desgraciados, y los que tienden a parecer simpáticos no se despojan de la risita que sólo los hace ver un poco tontos.
A no ser que la caracterización constituya, en un pasaje puntual de tu discurso, un remate para todo lo que vienes diciendo, el efecto humorístico debes conseguirlo con el recurso de fórmula verbal. Si está bien construido, tiene que suceder con cualquier personalidad. Si está mal construido, no sucede con ninguna.
En oratoria, a todo lo que sea lenguaje no verbal, movimientos de la cara, de los brazos, de las piernas; acercamientos al público, alejamientos, y demás acciones similares, le llamamoscaracterización. Para ordenar sus recursos, me gusta dividir a la oratoria en cuatro ramas principales:
- Oratoria para hablar en público y en privado
- Conducción y liderazgo
- Argumentación y debate
- Humor
Si bien las técnicas de cada una se pueden combinar en una misma alocución, a los efectos de su enseñanza me interesa adoptar este criterio: en las dos primeras, la caracterización puede añadir efectos muy positivos al orador y al mensaje. En las dos últimas, una pequeña sobreactuación se nota demasiado: estropea la pureza de los efectos que consiguen las técnicas verbales.
Considera lo siguiente:
- La oratoria casi siempre es más eficaz en tanto el público no se dé cuenta de que estamos utilizando una técnica.
- El humor se desencadena con lógica sorpresiva(cuyas fórmulas verbales aprenderemos, paso a paso, en este libro).
Si las técnicas son más efectivas cuanto menos se noten y si el humor es una forma de la sorpresa, ¡cómo vamos a tratar de hacer reír a los demás diciendo: escuchen este chiste que es el último de gallegos! Puedes hacerlo, pero sabiendo que las oportunidades de éxito son mucho menores. Y que el revés, si se llegas a fracasar en el intento de hacer reír, será mucho más notorio.
El humor tiene fórmulas que pueden aprenderse y replicarse, y ninguna consiste es poner cara de divertido, ni de sonso, ni de serio, ni de nada. Si quieres, se lo agregas. Pero debes saber que eso forma parte del espectáculo, no del humor. Y que, salvo muy contadas excepciones que mencionaremos más adelante, lo deteriora.
Entonces, lo que más le gusta a la oratoria, es que vayas aplicando las fórmulas humorísticas -en discursos o conversaciones- pero sin dejar en evidencia que lo estás intentando. Antes de exponerte a pronunciar un “monólogo para hacer reír” en todo su título, interioriza los recursos en tus charlas cotidianas y jamás esperes a que los demás se rían: sigue de largo con lo que estás diciendo que, si no se ríen, no habrá pasado nada porque tú “nunca trataste de hacer un chiste”. Es más: si funciona, tú no comprendes de qué se están riendo. Esta, de hecho, es la postura más elegante del orador. No hay manera de tener clase si vas por ahí con la nariz de payaso.
El discurso humorístico es uno de los más difíciles que puedes llegar a pronunciar
Los humoristas asumen la postura más difícil delante del público con más altas expectativas. Muchas veces, la actitud de los oyentes, mucho más que “voy dispuesto a reír”, es más bien “perfecto, tú te dices humorista, ¿verdad? Hazme reír si puedes”. Y por eso, personalmente, les tengo el mayor de los respetos. No solamente desde el punto de vista de las agallas que demuestran, sino que también desde el punto de vista técnico.
El humor ha sido siempre muy respetado por los oradores. Incluso los más elocuentes lo han manejado con suma cautela. El mismo Cicerón se encargaba de colocar sus remates de forma casi solapada entremedio de sus proverbiales razonamientos y del mismo Lincoln que, según se dice, era una persona que podía hacer reír a una piedra cuando conversaba en pequeños grupos, prácticamente no se pueden encontrar pasajes humorísticos en sus discursos.
A no ser que estés pronunciando un discurso humorístico en toda su forma, no te arriesgues a comenzar o terminar la alocución tratando de ser divertido. En caso de fallar, estarías estropeando dos partes importantísimas de la ponencia.
El humor es de esas emociones que no puedes decidir: si algo no te causa gracia, no hay manera de sentir la sensación. Por el contrario, si el orador consigue dar con el efecto, a no ser que seas un monje budista el reflejo de la risa es muy difícil de disimular. Es por esto mismo que, en oratoria, el humor tradicionalmente ha sido utilizado como un arma: el interlocutor no puede evitar su propia reacción. Entonces, por ejemplo, va a ser muy difícil que te acusen de ser ofensivo si, al mismo tiempo, no están pudiendo contener la risa que les provocaste.
2 Comments
Ismael, ¿cómo estás?
Soy ex alumno tuyo del curso del retórica en la Universidad de Montevideo. Quería consultarte si dabas cursos de oratoria cómica/stand up y, en el caso de que sí, por los precios y horarios.
Gracias.
Saludos,
Joaquín
Hola Joaquín, cómo estás? Cursos de stand up por el momento no estamos dando, pero en Uruguay podés encontrar alternativas muy buenas. Saludos!