La sala como aliada de tu discurso
La sala puede optimizarse para maximizar el efecto de las palabras del orador. Antes que nada es importante verificar que la gente esté cómoda. Si, por ejemplo, hace frío o calor, el público va a distraerse por incomodidad. Es importante que verifiques estas cosas de antemano; ¿entra demasiada luz por una ventana? ¿Entra viento por alguna abertura? ¿Hay que poner estufas? ¿Están los baños perfectamente limpios? En fin, lo mismo que controlarías al invitar personas a tu casa. No voy a detenerme en estas cuestiones, sólo recuerda que son importantísimas.
Habiendo dicho lo anterior diré también lo siguiente, y esto es dramático desde el punto de vista de la técnica de oratoria. Si cualquiera de las cosas mencionadas está ocurriendo (hace frío, hace calor, hace mucho que no dormimos, etc.) el orador debe saber aprovecharlo para maximizar el entusiasmo y la atención del público. ¿Cómo lograrlo? Del modo más simple. La mayoría de los problemas de oratoria se resuelven con simplicidad:
“Hace frío, y no me preocupa. Hemos soportado fríos mayores y nunca los vi acobardarse”
“¡Ni el partido del oponente ni el frío van a lograr que nos detengamos! Hace falta mucho más que un poquito de frío.”
Y muchas cosas más. Lo importante aquí es darse cuenta de que algo está pasando, y darse cuenta de que hay que hacer una referencia (más sobre esto en el capítulo sobre el manejo de los imprevistos). Los caballeros cruzados de la oratoria, además, lo vuelven en su favor.
Cómo disponer los asientos
Conviene que la disposición de las sillas esté orientada hacia el centro del escenario, es decir de forma levemente semicircular pero sin llegar a ser un semicírculo. Si el frente del público es una línea recta las personas que estén ubicadas en los extremos posiblemente queden en la incómoda situación de tener que torcer demasiado el cuello para mirar en dirección del orador. Si el frente del público es demasiado semicircular las personas ubicadas en los extremos quedarán mirándose de frente, lo cual puede generar enormes distracciones. Lo ideal es que ninguno de los presentes quede mirando el rostro de otra persona. El orador con su caminata debe hacer un movimiento semicircular envolvente que rodee el frente del público (ver el capítulo correspondiente).
Debemos dejar corredores entre los asientos. Corredores por los que el orador pueda transitar. Uno en el medio, o dos a los extremos, todo depende del tamaño del público. Es importante que el orador pueda meterse entre la gente (no en los corredores transversales que sirven para que la gente se desplace hasta su asiento, sino por los que van desde el escenario hasta el fondo de la sala). Debemos ingresar al público pero debemos también volver al frente: de lo contrario las personas ubicadas en las primeras filas tendrán que estar siempre mirando hacia atrás.
Cuando hablas desde el escenario
El principal propósito del escenario es bajarse en algún momento durante el discurso; generalmente lo hacemos cuando buscamos atrapar la atención para decir lo más importante. El efecto de cercanía que ocurre cuando el orador baja del escenario es muy interesante. Es importante verificar de antemano que haya escalera. Si no la hay, considera la posibilidad de bajar de un salto (cuidado porque si no hay escalera se te puede dificultar después la subida. No es broma, ¡es uno de esos detalles que no consideras hasta que te ocurre!).
Es frecuente que los organizadores coloquen flores delante del escenario, luces, música, efectos. Una y otra vez se comprueba que la pieza oratoria de mayor calidad se logra cuando el orador está desnudo de todas estas distracciones. Personalmente me gusta que no haya nada de esto. El público quiere apreciarte de cuerpo entero. No por chusma sino porque al cerebro se le facilita mucho aprehender lo que se le quiere comunicar.
¿Y las presentaciones / videos en una pantalla? Ay mi Dios. Un velocirraptor de la oratoria debe necesariamente sentir escalofríos cuando imagina estas cosas. Es algo propio de la especie. Los navegantes se ríen de las embarcaciones con motor, las personas del campo del ruido de la ciudad, y el orador de las presentaciones en una pantalla.
De todos modos, a no pensar que basta escandalizarse ante una diapositiva para ser un buen orador!
Al comienzo de la formación, un atril, una mesa o una presentación en la pantalla pueden brindar una falsa seguridad al orador. Es una sensación que se nos debería quitar a los dos días de haber incursionado en el mundo de la oratoria; lo que brinda una falsa seguridad comienza pronto más bien a molestar.
Jamás leas un texto escrito en una diapositiva. Es tonto. Es ofensivo. El público no lo perdona, y está perfecto que no lo perdone. Lo único que cabe pensar es: ¿para esto nos hizo venir el orador? ¿Por qué no nos envió esto por mail así lo leíamos nosotros mismos en la tranquilidad de nuestro living? Si vas a utilizar diapositivas por favor que sea como mero complemento, mostrando imágenes o gráficas pertinentes. El orador no puede ser complemento de las diapositivas.
En política se mantiene la costumbre de sentar a otros políticos detrás del orador (con esto se transmite la idea de apoyo consensuado) o de colocar público a espaldas del orador (para comunicar apoyo, respaldo popular y la idea de que el candidato es igual al pueblo). Esto, si bien es un acierto desde el punto de vista de la comunicación masiva, es un disparate desde el punto de vista de la oratoria desnuda. Es uno de esos terrenos donde no solamente hay que considerar la ciencia y arte de la oratoria, sino las otras ramas de la comunicación y el marketing. Está perfecto en política y aclaro todo esto para que no se te ocurra aplicarlo también a una conferencia médica – por ejemplo. Sólo vas a lograr distraer la atención y limitar el alcance de tus palabras.