Girolamo Savonarola
El fraile Savonarola era una motosierra de la palabra hablada. Los valientes florentinos corrían en masa a escucharlo y comenzaron a llamarlos “los llorones”: al escuchar al orador rompían en llanto como niños que pierden el chupete.
El papa Alejandro VI y Lorenzo de Médicis sufrían incontinencia cuando denunciaba los excesos del clero y de los gobernantes. Qusieron acallarlo con regalos y Savonarola respondió como lo hace un tiranosaurio de la palabra – a pura imagen: “Un buen perro no deja de ladrar en defensa de su amo por más huesos que le tiren”.
Incapaces de ganarle hablando, tuvieron que quemarlo en la hoguera. Así cualquiera…
Sin que nos importe el contenido ideológico de su palabra (aquí solamente atendemos a las técnicas de oratoria) dejémosle hablar:
“Vosotras, mujeres, que os envanecéis de vuestros adornos, de vuestros cabellos, vuestras manos, yo os digo que sois feas. ¿Queréis ver la verdadera hermosura? Mirad una persona piadosa en quien el espíritu domina a la materia; observadla cuando reza, cuando un rayo de la divina belleza brilla sobre ella al terminar su plegaria; veréis la hermosura de Dios resplandecer en su cara, y esta os parecerá el rostro de un ángel…”
“En estos días no hay gracias, no hay don del espíritu santo que no pueda comprarse o venderse. Por otra parte, los pobres son oprimidos con onerosas cargas y, cuando se les obliga a pagar sumas superiores a sus medios, los ricos les gritan: ¡dadme el resto! A esta ciudad ya no la llamarán Florencia, sino cueva de ladrones, de bajeza y derramamiento de sangre. Entonces seréis todos pobres.”
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Muchas gracias por darlo a conocer